sábado, 26 de septiembre de 2015

El sueño más largo

Este es el sueño más largo que he recordado jamás nunca, y puedo ver imágenes de partes anteriores, pero están incompletas así que nos las anotaré:
Estaba en mi pieza en Villarrica con unos amigos intentando explicarle a uno de ellos el uso de integrales/derivadas en problemas de velocidad y aceleración... Salí de la casa y me dirigí por una de las calles del cerro Placeres hacia donde estaba alojando el año anterior, se supone que debía bajar, pero el cerro ahora era plano aunque conservando su estructura de calles. Al llegar, tanteándome los bolsillos me di cuenta que no tenía llaves ni plata, solo llevaba el pase escolar. Estaba en eso, cuando en frente de la casa pasó una micro larga, como las articuladas del Transantiago, el lado que daba a la vereda no tenía fuselaje, gracias e ello se podía ver todo el interior: Estaba lleno de metaleros, la mayoría parados, escuchando el tema principal de Star Wars, como no sabía que número tenía, no me subí.

Aquí viene otra cosa rara, como no tenía celular no podía llamar para que me abrieran, así que me puse a caminar por la costanera que está entre Viña y Valpo(en el sueño estaba al solo unos pasos de la casa). y llamé al Esteban(y eso que no tenía con que), para que me prestara plata ya que no tenía celular(what?) y no iba a alcanzar a llegar a ver la película en el cine. Colgué y seguí avanzando por la costa, esta vez trotando o al menos intentándolo (no sé ustedes pero a mi me cuesta un mundo correr en los sueños), en un tramo donde el camino subía me caí inevitablemente, al ver mi torpeza un viejo con barba y pelo largo y gris que también corría me dio un bufido de burla, me levanté ofendido, para correr y sobrepasarlo pero al peso de mi piernas era mayor que mis esfuerzos, así que simplemente lo seguí apenas con un lento y torpe trote... no me quedó otra alternativa que ver como se alejaba. De pronto llegué a una playa que por su forma parecía un roquerío, pero compuesto de arena gris en vez de piedras, con charcos de agua por doquier y entradas de mar irregulares. Había muchos bañantes y buen puñado de lobos marinos que por aquí y por allá le gruñían a la gente que se acercaba mucho, o salían de sorpresa del agua.
 
A lo lejos vi al viejo que corría como si nada por esa playa tan rara. Intenté alcanzarlo nuevamente, pero me topé con un desnivel de arena que me llegaba hasta el pecho y por más empeño que le puse no pude sortearlo. Miré a mi derecha: el mar, luego a mi izquierda: una escalera destartalada, hecha de esa madera que con los años expuesta al sol ya no tiene color y solo muestra unos tonos en diferentes escalas de gris. No hallando que más hacer y siempre pensando en avanzar: subí, mirando más los escalones que el destino, habían tramos donde tenía que pasar de lado y apretar el estómago entre las barandas, porque la escalera se reducía a unos pocos centímetros, en otras partes se dividía hacia distintas sendas, yo solo subía sin parar, nada más.
 
Arriba un tipo me abrió el paso por una cortina de ramas secas, cruzado el umbral me indicó que siguiera por la derecha pegado al cerco. Al escrutar que tenía en frente me convencí de su consejo pues delante y también a mi izquierda se extendía un precipicio verde, de esos que uno puede encontrarse en las montañas sureñas. A mi derecha en tanto, había una laguna con una casa al medio. El agua reflejaba algunos árboles sin hojas que crecían al azar dentro de la laguna y al blanquecino cielo nublado. Unos viejos troncos con musgo lo atravesaban, pegados a un cerco(como me habían dicho), así que por ahí avancé.
 
Quise tomar una foto así que saqué mi celular (ahora si lo tenía) y apunté, al presionar el botón el agua desapareció, en vez de una laguna había una llanura con pasto veraniego. La casa y los árboles seguían ahí, pero la fauna, que antes la constituía una solitaria ave acuática, había sido remplazada por unas ovejas pastando y unos perros grandes dando vueltas alrededor. Uno de ellos se me acercó con un gesto de alegría, al llegar a mi lado se abalanzó sobre mi y su lengua danzante me mojó una mejilla, luego los demás se acercaron, pero ¡sorpresa! ya no eran perros sino que tigres, de colores extraños, aparentemente nacidos de algún chiste evolutivo, el que más recuerdo era uno azul con rayas negras. Eran tremendamente amistosos, a decir verdad, en el fondo seguían siendo perros juguetones. Mientras les hacía cariño y los empujaba, de improviso, me vi rodeado de desconocidos que también jugaban con ellos, hasta que no se bien porque, estos tipos se enojaron con una furia cruel y terriblemente humana, patearon a los tigres con saña una y otra vez, estos no hacían ruido alguno, solo lloraban, con una cara llena de arrepentimiento. Yo no podía hacer nada, tenía miedo, solo miraba su crueldad... solo miraba, en ese punto desperté, como casi siempre en la parte más emotiva de los sueños que logro recordar.

No hay comentarios.: