domingo, 25 de mayo de 2008

El Último Guardián

I Rata atrapada

La banda se escabullía en hilera a través de las Montañas Bajas, fuera del alcance de los soldados humanos. Su líder era un viejo taerdo llamado Barul, que a pesar de su edad seguía siendo muy fuerte, ágil y alto(para el tamaño que generalmente tenía su raza), provenía de tierras lejanas al suroeste de Anevaria, aún más allá de la cordillera. Le encantaba la carne humana, y aprovechando el momento de caos que reinaba en todo el país, había asaltado ya una buena cantidad de aldeas por todo el llano dorado.
Era un taerdo orgulloso y nunca se imaginó ser emboscado por humanos, a quienes desde hace bastante tiempo solo veía como presas; su nardarag, su "familia", eran más de cien, pero quedaron reducidos solo a nueve. Sus perseguidores no superaban las cinco docenas, pero Barul no estaba preparado para tal sorpresa y le fue imposible contraatacar. El pobre(si es que se puede decir así) ni siquiera tuvo tiempo de elegir el camino de huida, cualquier criatura maligna como los taerdos, acostumbrados a los bosques oscuros y a cuevas en medio de montañas de tamaño regular, no se encaminaría a las Montañas Bajas, que a pesar de aquel nombre tan bien escogido(eso diríais si fueras un enano barbado de por ahí), eran inmensas. En aquel lugar habitaban toda clase de dragones, trasgos y como ya os mencioné, enanos, estos últimos al mando de Durandal II, señor de la Montaña Dumatil y sus alrededores, las Montañas Bajas.
-Debemos encontrar refugio antes del amanecer - rugió Barul, mientras observaba con atención su alrededor.-Baarrrr... malditos Anevarianos y más maldito aún tu Drult, que tan difícil puede ser divisar a todos esos soldados, barrr... no debí salvarte, la próxima vez que me encuentre en peligro te usaré como escudo, así veré si realmente sirves para algo!.
Aquella última frase no pudo ser más premonitoria, pues apenas terminó de maldecir y antes de que Drult pudiera defenderse o mostrar un signo de sumisión, dos flechas se clavaron en su cuello y otras tantas en su cuerpo, resultando un perfecto escudo para Barul, que estaba ubicado segundo en la hilera.
Otras flechas siguieron a las anteriores acabando con tres taerdos, e hiriendo a Barul en su musculoso brazo derecho.
Estaban rodeados, esta vez por enanos, Barul no intentó escapar, no por valentía ni locura; simplemente le era imposible, a su derecha una pared de roca lisa le impedía escalar y a la izquierda del camino había un risco inmenso de no menos de doscientos metros, que acababa en con una multitud de rocas filosas(visibles de día) en el fondo.
Los enanos en cada momento se hacían más numerosos y en unos segundos redujeron a todos, excepto a Barul, que en aquel momento se dio cuenta por que quedó solo en medio de la comitiva de bienvenida.


... continuará.... algún día xD